Empezaste a pintar desde muy chiquita, ¿qué recuerdos tienes de esos primeros pasos?
En mis primeros recuerdos, estaba pintando.
Mis padres no solo me apoyaron, también estimularon mi devoción por el arte.
Corría el año 1983, o quizás 1984, yo tenía 3 años, y me inscribieron en un taller de pintura, se llamaba “Taller Azul”. Cierro los ojos y puedo recordar todo con muchísima claridad, la disposición del lugar, las hojas en blanco pegadas en las paredes esperandonos, la infinidad de pinturas a lo largo de la habitación, recuerdo los olores, la voz de “Rosi”, mi fijación con el color magenta (que se mantiene hasta el dia de hoy) pero sobre todo recuerdo la sensación de libertad. Todo valía, nada estaba mal a la hora de crear. Esto sin dudas, sentó las bases de mi pasión por la pintura, nunca más iba a dejar de hacerlo.
En palabras de mi madre, yo en casa me aburría, así que además de la escuela, clases de computación, inglés y el taller, también me anotaron en un equipo de hockey, y desde ahí, mi otro gran amor. Jugué al hockey hasta que se pudo (33 o 34 años). Siento que fue el perfecto equilibrio, una actividad solitaria, de introspección, como la pintura y una de equipo, de amistad, de aprender a confiar en el otro. Podría decir, casi con total certeza, que estos primeros años definieron el resto de mi vida.
¿Qué te llevó a estudiar publicidad?
Siempre que miro para atrás en mi vida, todo tiene sentido.
Tenía 17 años, terminé el colegio y, como muchos en el interior del país, tenía que mudarme a Buenos Aires para ir a la universidad. Hasta el último minuto, oscilé entre dos opciones, Bellas Artes o Publicidad. Me desperté una mañana y pensé, “Bellas Artes”. Entonces, fui al IUNA para empezar el proceso de inscripción y me encontré con las puertas cerradas, había una razón, pero no me acuerdo cual. Lo tomé como una señal, ese no era el camino, dilema resuelto. Ese mismo día, me anoté en Publicidad.
¿Cómo recuerdas tu paso profesional como publicista? ¿qué papel jugaba en ese momento el arte para vos?
Mi paso como publicista lo recuerdo con alegría, honestamente. Es una carrera muy particular, se manejan grandes niveles de tensión, pero, al mismo tiempo, esa tensión se libera de las maneras más ocurrentes. Sin embargo, después de varios años, empezó a desgastarme. Las ganas ya no eran las mismas, por lo que el sacrificio dejó de tener sentido. Recuerdo que, a medida que pasaba el tiempo, la necesidad de crear con mis propias manos y en mis propios términos, crecía proporcionalmente. Dibujaba, pintaba, tejía, hasta aprendí a hacer sombreros. Hasta que finalmente, un día, dejé la carrera. Era un salto al vacío, daba vértigo, pero no tenía más opción que hacerlo.
¿Qué cosas de la publicidad tomaste para tu proceso creativo y tu propia estrategia como artista?
De la publicidad aprendí algo muy importante, tolerar el rechazo. Incontables son las ideas que terminaban en el tacho por las más diversas razones, muchas de ellas caprichosas o absurdas. Aprendí a no personalizar ese “rechazo”, aprendí que, de ninguna manera, me define y aprendí que mucho, muchísimo, escapa de mi control. Hay mucho de resiliencia en el trabajo creativo, cuando miro para atrás veo que cada “NO” que recibí, me hizo mejor y más fuerte. A veces me veo a mí misma, como una artista de piel dura y todo se lo debo a mi paso por la publicidad.
¿Cómo pasaste de eso a incursionar en el arte?
La transición no fue fácil. Renunciar a la comodidad, a la estabilidad de una existencia asegurada genera mucho vértigo. Me dormía y me despertaba con una voz en la cabeza que repetía “y si esto sale mal?”. Entonces decidí que lo mejor era tomar esta decisión como si fuera algo temporal y cada vez que esa voz aparecía, le respondía “Vuelvo a la publicidad”. Esa especie de mantra funcionó como un bálsamo para los pensamientos inquietos. Hasta que llegó un día, que habían pasado tantos años, que volver a la publicidad ya no era una opción.
Ya era artista y de ahí, para adelante. Esta etapa de mi vida la llamo “quemando las naves de a pedacitos”.
El proceso lo inicié en Argentina y lo seguí en Berlín. Berlín me abrazó con fuerza, me mostró el camino y me confirmó que el sueño era posible.
¿En ese salto de fe contaste con apoyo? ¿qué recomendarías a personas que se encuentren en una situación similar?
En ese salto de fe, las alas me las dieron todos a mi alrededor. No recuerdo una sola persona que me haya dicho que no lo haga, ni la más mínima insinuación de desistir. Principalmente mi familia, tengo la dicha de contar con su apoyo incondicional, creo que no lo hubiera logrado sin ellos. También mis amigos, cada uno a su manera, colaboró activamente en este sueño. Pero cuando digo todos, incluyo a la agencia de publicidad en la que trabajé, Savaglio TBWA. Ernesto, su dueño (un fuera de serie), me dio un espacio en la agencia para que utilizara de taller, sin pedirme absolutamente nada a cambio.
Cada día que pasa en esta vida que siempre soñé, me siento profundamente agradecida por todos ellos.
Mi recomendación para los que están en una situación similar es esa, pidan ayuda cuando haga falta, busquen ese círculo de apoyo. El camino está lleno de dudas y de miedos y es más fácil transitarlo con una mano amiga.
¿Por qué elegiste Berlín? ¿Cómo recuerdas esos primeros meses?
Arrancaba el 2012 y estaba atravesando un momento muy difícil en mi vida, me sentía en caída libre. Entonces surgió la idea de un viaje, principalmente para evadirme. Mi mamá sugirió Berlín, ella había visitado la ciudad varias veces y estaba convencida que era lo que necesitaba. Inicialmente vine exclusivamente de turista, pero necesitaba estar ocupada, pensé en algún curso, cualquier curso, no importaba, la idea era tener la mente ocupada. Buscando, encontré una convocatoria, casi tímida, en una lista de cincuenta. Decía algo así como “Come paint with us” en Urban Art Clash. Sin pensar demasiado les escribí, me respondieron rápido, invitándome. La idea era pintar un mural en la emblemática Tacheles, poco sabía yo de pintar murales y Tacheles me sonaba de lejos.
Allí, desde el primer minuto, entre en un universo distinto, hasta el tiempo parecía pasar distinto. Fue una experiencia única, fue el puntapié inicial.
Creo recordar que hasta físicamente pude sentir cómo las piezas se iban acomodando a mi favor. No pensé en quedarme definitivamente, una vez más, lo pensaría como algo temporal. Venía 7 u 8 meses y volvía a Argentina cada año, hasta que empecé a quedarme más y un día, levanté mi casa en Buenos Aires.
¿En tu caso particular tu rutina te rodeas de colegas latinxs?
Muchos de mis amigos y colegas son latinos pero también los tengo europeos, americanos, asiáticos. Berlín es extremadamente cosmopolita y la comunidad artística es un reflejo de ello.
Desde tus primeros trabajos está la presencia central de mujeres ¿recuerdas cuándo hiciste la primera?
Recuerdo exactamente cuando hice la primera mujer que se convertiría en mi lenguaje artístico. Era de madrugada en Buenos Aires, no podía dormir y empecé a pensar en mis amigas y como cada una tenía algo fuertemente característico. Empecé a dibujar a una de ellas, mezclándola con partes de animales, un poco caricaturesco, después a otra y a otra. Y entonces, salió el sol. En todo sentido.
A lo largo de tus trabajos se ven períodos de mujeres de un ojo, una estética particular, alguna paleta específica… pero luego cambia ¿te cuesta cambiar? ¿Qué crees que es lo que activa la necesidad de probar algo nuevo? ¿Sientes que arriesgas mucho cuando cambias?
Sin duda, como mencioné anteriormente, las figuras femeninas son mi lenguaje artístico. Las mujeres como contenedoras del mensaje. La forma de representarlas varía con frecuencia, ya sea por técnica, por paleta o mismo en su fisonomía y esto muchas veces, está ligado a la emocionalidad, a lo que quiero transmitir en ese momento, con una pieza en particular. No me cuesta cambiar, busco cambiar, lo hago intencionalmente. Personalmente, creo que un artista debe buscar la incomodidad, como dijo Bowie alguna vez, allí donde no hace pie, allí debe estar el artista. Considero que es la única manera de ver la obra evolucionar.
Hubo un único momento en el que sentí que me arriesgaba y fue cuando empecé a pintar el segundo ojo a mis personajes. Lo llamativo de esto es que cuando solo pintaba mujeres con un solo ojo, muchos me escribían cuestionando esta decisión pictórica. Hoy cuando, de tanto en tanto las pinto con dos ojos, recibo la misma cantidad de mensajes objetando la decisión. Más allá de la anécdota, lo último que quisiera es ser rehén de mi propia obra, porque lo que tenía sentido hace unos años, puede no tenerlo hoy y seguir haciéndolo por miedo a cambiar sería deshonesto, poco genuino, exactamente lo contrario a la definición de arte.
Si nos animáramos a definir una temática basada en lo que vemos y cómo nombras a las obras hay un rotundo anclaje en las emociones, ¿has explorado otras temáticas?
Si, claro, muchas veces salí del terreno exclusivo de la emocionalidad, de lo intimista, aunque debo reconocer que más a pedido que por voluntad propia. He tratado temas políticos, de derechos humanos, de protesta, de medio ambiente, entre otros.
Tu trabajo se concentra en murales y cuadros ¿Qué características encuentras en cada uno de esos mundos? ¿Hay puntos en común?
Considero que son experiencias diametralmente distintas. En mi experiencia, el proceso creativo difiere de mural a lienzo, porque las condiciones difieren de mural a lienzo. Hay diversos factores que influyen en la realización de un mural, el tiempo limitado, las condiciones climáticas, los medios (grúa, andamios, escaleras, etc.) la superficie a pintar, el esfuerzo físico, y por último, el proceso creativo socializado. Un mural supone enfrentar y resolver diversos desafíos, además del hecho pictórico per se.
Por otro lado, en mi estudio, las condiciones están dadas exclusivamente para pintar. Estoy sola, en silencio, con mis materiales y mi lienzo en blanco, en un marco profundamente íntimo.
No encuentro muchos puntos en común, sin embargo, disfruto cada minuto de ambas experiencias.
¿Utilizas otros tipos de soporte además de los anteriormente mencionados? ¿Trabajas con NFT?
Sí, utilizo otros tipos de soporte, los últimos 2 o 3 años estuve incursionando en el arte digital y este año lance un NFT en colaboración con una plataforma centrada en artistas de Berlín, llamada Metawalls.
Particularmente el muralismo te ha permitido viajar por muchos lugares ¿ninguna otra ciudad te tentó a mudarte de Berlín?
Una de las grandes cosas que me ha dado el muralismo es justamente la posibilidad de viajar. No es el viaje convencional, los monumentos y principales atracciones de un lugar pasan definitivamente a segundo plano. Mientras estás pintando, formas (temporalmente) parte de esa comunidad, la gente no duda un segundo en saludar, interactuar y eventualmente hasta invitarte a sus casas. Te recomiendan lugares a los que van ellos, los que no salen en las guías, te muestran su versión del lugar en el que viven y lo hacen orgullosos.
Por mucho tiempo viaje liviana, sin demasiadas preocupaciones e incluso solo con el deseo de pintar porque sí, por pura diversión. Estando en México de vacaciones, golpeábamos las puertas preguntando si podíamos pintar las paredes del lugar. Todos accedían felices y aunque no pedíamos nada a cambio, la gente sentía la necesidad de compensarnos. Ese verano pintamos a cambio de tacos y tours de snorkel.
Hasta el día de hoy, ninguna ciudad me resultó más atractiva que Berlín para vivir, especialmente como artista. Aunque debo confesar que a veces fantaseo con mudarme a la costa Amalfitana o a cualquier otra costa, pura y exclusivamente por una cuestión climática.
Hace un par de años fuiste mamá ¿qué nos podrías compartir de tu experiencia maternando como migrante y con una vida tan viajera?
Hace tres años nació mi hijo. El amor de mi vida. Lo que me resulta más difícil de maternar en un país que no es el mío, es hacerlo lejos de mi familia. No solo por el apoyo y contención que naturalmente nuestras familias brindan en estos momentos, sino por la falta de cotidianidad en el vínculo. Las llamadas programadas, las visitas que siempre se hacen cortas, el ejercicio extra de mantener siempre presente en mi hijo su “parte argentina” y por último, pero no menos importante, el idioma. Aunque la mayoría de las veces, nuestra interacción bilingüe me hace estallar de risa, otras pueden llegar a ser muy frustrantes. Me tranquiliza pensar que, con el tiempo, esto se va a acomodar.
¿Qué desafíos sientes que tienes de ahora en adelante?
Creo que el primer desafío fue balancear mi rol de madre con el de artista.
Yo era muy desordenada con mis tiempos, pintaba hasta bien entrada la madrugada, me levantaba tarde. Mis tiempos eran míos y de nadie más. Esto tuvo que cambiar abruptamente y fue realmente difícil hacerlo. Lo difícil fue pasar de “fluir con el proceso creativo”,( cuando la inspiración llame, estar ahí, sin importar la hora), a “forzar” la creatividad en el tiempo que tenga disponible, cronometrarla, disciplinarla. Aunque cada tanto extraño mis viejas costumbres, la realidad es, que hoy, soy muchisimo mas productiva que antes.
Mi siguiente desafío será volver a pintar internacionalmente, retomar trabajos o invitaciones en otros países sin alterar demasiado mi vida familiar.
Luego de todo este camino recorrido, ¿qué crees que es lo que te ha aportado dedicarte a tiempo completo como artista?
Convertirme en artista a tiempo completo fue como cambiar de piel. El arte, la pintura (el otro gran amor de mi vida) llenó un vacío que no era consciente de tener. Un vacío que antes, sin darme cuenta, llenaba con cosas. Ese impulso se desvaneció por completo. Cuando hice mi transición de Buenos Aires a Berlín, vendí y regalé casi todo, mi vida entraba en dos valijas y la felicidad era plena.
Convertirme en artista a tiempo completo me devolvió a mi eje, nada más y nada menos.
¿En qué estás trabajando en este momento y cómo viene tu 2023?
En este momento, tengo una serie de murales comisionados, una invitación a pintar en Polonia y paralelamente, estoy preparando el lanzamiento de una serie de fine art prints de mi última obra “Arm aber sexy”.
Para el 2023, ya tengo dos proyectos esperando, uno en Berlín y otro en Dresden.