¿Cómo te presentarías brevemente?
Qué pregunta… Soy Agus, aunque cuando hago un pedido de take-out en Alemania digo que mi nombre es Tina, porque es más fácil de entender.
Soy muy autodidacta, amo caminar y cocinar. Hace poco me convertí en una “plant mom” y ahora soy fanática de las plantas. Me encanta viajar, dormir y también cumplir años. Nací en Ecuador pero soy Argentina, me mudé hace un año a Berlín para perseguir un sueño, y hoy soy más feliz que nunca
¿Cómo recuerdas tus primeros acercamientos al arte?
Muchos de mis recuerdos creativos de la niñez tienen que ver con mis abuelos. Ninguno de ellos fue artista, pero desde siempre me incentivaron mucho la creatividad, me regalaban materiales para que experimentara diferentes técnicas, pasaban horas dibujando conmigo cuando iba a visitarlos, y hasta el día de hoy guardan los dibujos que hacíamos juntos.
Siempre me gustó el arte. Desde muy chica preferí mirar programas de manualidades en la televisión antes que los dibujitos animados, y trataba de recrear los proyectos que me interesaban.
Hace unos años me crucé con mi maestra de sala de 5, Miss Silvia, y antes de que yo le contara a qué me dedicaba, me dijo que el recuerdo que tenía de mí era que lo único que me interesaba hacer en el jardín era jugar en el rincón del arte. Cuando le dije que estudiaba Artes Visuales, me dijo, “no podía ser otra cosa”.
¿Recuerdas cuándo fue el momento en que decidiste estudiar Artes Visuales?
Creo que siempre supe que quería ser artista, pero fue en el último año de la secundaria que encontré la carrera de Artes Visuales y supe que mi camino era por ahí. Mi escuela también fue un gran estímulo creativo para mí. Durante toda la secundaria tuve muy presente el arte, con docentes que me inspiraban mucho.
¿Cómo resumirías tu paso por la facultad?
Sin dudas estudiar arte en un ámbito académico fue algo muy positivo para mí, a pesar de que no creo que hacer la carrera universitaria sea imprescindible para ser artista. En mi opinión la Universidad Nacional de las Artes (UNA) es un lugar increíble donde se forman muchos de los mejores artistas de Argentina, pero creo que Artes Visuales es una carrera excesivamente larga. De hecho yo cursé 5 años y todavía me quedan al menos 2 más, pero Berlín se interpuso en el camino. No me arrepiento ni un segundo de haberla cursado, pero tampoco me arrepiento de haberle puesto una pausa (o un punto final, no sé) porque en ese momento la vida me empujaba para otro lado.
¿Con qué técnicas te sentías más a gusto y qué características tenían tus obras en ese momento?
Desde chica la rama del arte que más me llama es la pintura, ya sea con acrílico o con óleo. Disfruté mucho explorar otras técnicas durante mi paso por la facultad, como el grabado o la escultura, pero siempre me sentí más cómoda pintando. El dibujo está presente detrás de todas las disciplinas, y para mi trabajo dibujo todos los días y también me encanta.
Durante mis últimos años en la facultad empecé a trabajar con proyectos personales y descubrí que me apasiona pintar en escala mural, obras bien llamativas y coloridas.
Indudablemente el tema onírico está muy presente…
Si! Empecé a indagar mi mundo onírico hace unos años porque me di cuenta que soñando tenía ideas mucho más interesantes que las que tenía conscientemente. Empecé a llevar un registro de mis sueños, los escribo casi todas las mañanas apenas me despierto. Es muy gracioso leerlo cada tanto porque muchas veces durante el día me olvido de lo que escribí, y al releerlos siento que estoy visitando otra parte de mi cerebro, que sino estaría totalmente apagada. De ese registro escrito salieron (y van a seguir saliendo) muchas ideas para nuevas obras. Hace unos años hice una serie de pinturas inspiradas en mis sueños, y hasta el día de hoy son por lejos las más personales y únicas que hice, y me encantaría seguir por ese camino.
¿Cuándo y en qué contexto aparece el tatuaje en tu vida?
Cuando estaba pensando en estudiar Artes Visuales, lo único que me frenaba de tomar la decisión era el miedo a no poder vivir del arte. Se decía mucho que mi carrera tenía poca salida laboral, y a mis 17 años me aterraba la idea de terminar la carrera y tener que trabajar de algo que no me gustara para pagar las cuentas. Hasta ese punto nunca había tenido ni el más mínimo acercamiento al mundo del tatuaje, muy pocos de mis conocidos estaban tatuados y yo no tenía ni idea de qué se trataba. No me gusta mucho decir que mi primer interés por el tatuaje fue para solucionar una inquietud económica, pero fue así. Un día alguien me dio la idea de que tatuar podía ser una buena salida laboral y así se plantó un interés en mí que nunca dejó de crecer.
Poco tiempo después ya estaba haciendo un curso de iniciación al tatuaje y me había leído toda la información sobre tatuajes que se puede conseguir en Internet. Hoy en día el tatuaje es una pasión para mí tan fuerte como la pintura.
Tu primer tatuaje
Mi primer tatuaje se lo hice a mi mamá, una pluma en el antebrazo, a mis 19 años. Ella también era nueva en el mundo del tatuaje y yo me moría de los nervios, pero fue una experiencia espectacular. La paciencia y la entrega que me dio ese día no me la voy a olvidar jamás. Ya había practicado por muchos meses en piel sintética y en frutas, había estudiado mucho, ya sabía los pasos a seguir y las normas de bioseguridad que tenía que tener en cuenta, pero en el momento de empezar a tatuar surgieron miles de preguntas. Por suerte el tatuaje salió muy bien y estoy súper orgullosa de que lo lleve mi mamá.
Durante el siguiente año tatué a algunos familiares, amigos y conocidos, y empecé a darle forma a mi primer estudio. Al principio tenía pocos clientes y cobraba como principiante, así que no tenía mucho presupuesto para invertir en mi estudio. Por suerte en mi casa teníamos un espacio que no se usaba y pude apropiármelo, y con paciencia y ayuda de mi familia lo convertí en un lugar que me representaba, donde tenía todo lo que necesitaba para trabajar de la manera más profesional posible. Con el tiempo, el boca a boca y las redes sociales hicieron lo suyo y fui generando una base de clientes que me permitieron ganar experiencia y aprender muchísimo.
¿En qué momento empezaste a considerar emigrar y por qué?
Emigrar estuvo en mis planes desde hace muchos años. Desde adolescente pensaba en la posibilidad de irme a estudiar afuera, pero por varios motivos eso no se dio. Hace 4 años viajé sola a Estados Unidos por tres meses a trabajar de moza, con la visa Work and Travel. Ese viaje me cambió la perspectiva, me sacó el miedo y me dio ganas de abrirme a nuevas oportunidades. Dos años después hice otro viaje sola, esta vez a tatuar como invitada en algunos estudios de Estados Unidos, y volví con más ganas que nunca de vivir y tatuar en otro país.
El plan de mudarme a Berlín surgió de una oportunidad laboral: mi estudio favorito en el mundo estaba buscando nuevos tatuadores residentes. Apliqué al trabajo con pocas esperanzas, me imaginaba que contratar a alguien que viviera a 12.000 km iba a ser demasiado engorroso para ellos, pero a mi sorpresa les gustó mi perfil y me invitaron a tatuar en su estudio por dos semanas para conocerme y ver si encajaba bien en el equipo.
Hasta ese punto Berlín nunca había sido una opción para emigrar, para mi Alemania era otro mundo y no conocía a nadie que viviera acá, pero recibir esa respuesta me abrió una puerta mucho más interesante que las que consideraba antes. Me di cuenta que mudarme a un lugar tan diferente iba a ser una experiencia muy enriquecedora y que si no lo hacía a esta edad, seguramente era algo que nunca iba a hacer en mi vida.
Tu llegada a la ciudad fue en medio de la pandemia, ¿cómo fueron tus primeros pasos en la ciudad?
En una palabra: difíciles. Creo que nadie nunca se hubiera imaginado lo mucho que nos podía descolocar una pandemia, pero en mi caso nunca había pensado que algo podría impedirme trabajar por tanto tiempo. A mi la pandemia me agarró viviendo todavía en Argentina, donde por suerte tuve mucho apoyo de mi familia para pasar los primeros 6 meses sin trabajo. Cuando me mudé a Alemania en septiembre de 2020, sabía que estaba saltando al vacío, pero tenía la esperanza de que acá las cosas se dieran de otra manera y se pudiera volver a la normalidad más pronto. Pero al llegar me choqué con la realidad y después de un mes de trabajo normal, volvió el eterno lockdown que me llevó a otros 6 meses sin trabajo. Ese invierno en Berlín fue sin dudas el momento más desafiante de mi vida. Tuve la suerte de haber viajado con ahorros, que me permitieron estar tranquila económicamente mientras buscaba algo para hacer y trataba de reinventarme creativamente.
Fuera de temas pandémicos, mi llegada a Berlín fue bastante “smooth”. Viajé en pareja así que fue fácil conseguir un departamento temporario al principio, y la burocracia, aunque complicada, se fue dando sin problemas. El idioma me asustaba un poco, pero después de empezar a estudiarlo me di cuenta que no es tan grave como parece y me encanta el desafío de aprender un nuevo idioma.
¿Ya consideras que estás instalada? ¿Cómo te sientes trabajando en el estudio?
Sin dudas sí, ya me siento en casa. Esta experiencia se tuvo que posponer por 5 meses porque la pandemia arrasó con nuestros planes, y durante ese tiempo en Argentina inevitablemente iban creciendo mis expectativas y soñaba con la vida que iba a llevar en Berlín. Hoy, más de un año más tarde, puedo decir que, aunque no todo salió como esperaba, todos los sueños que tenía se cumplieron y estoy viviendo la vida que siempre quise.
En relación con lo laboral, el estudio donde trabajo es perfecto para mí. En este momento somos 7 tatuadoras, todas mujeres y de diferentes partes del mundo. Tengo una muy linda amistad con mis colegas y creo que entre todas compartimos experiencias y consejos que nos ayudan a mejorar cada día, algo que nunca había tenido, ya que en mi estudio argentino siempre trabajé sola. Estoy feliz de ver que voy armando una red de clientes, muchos vuelven por más tatuajes o me recomiendan a sus amigos, hasta me hice muy amiga de algunas de ellas. Antes de viajar tenía un poco de miedo de cómo me iba a insertar en el mundo del tatuaje alemán, si iba a ser bien recibido mi trabajo y si me iba a sentir cómoda, y hoy veo que hay una comunidad increíble de artistas en Berlín y me siento muy bienvenida.
Claramente se puede notar que lograste encontrar una identidad propia, ¿Cómo la describirías? ¿Cómo fue el recorrido?
En el mundo del tatuaje hay muchísimos estilos y variantes para todos los gustos. El estilo con el que trabajo hoy en día se llama fine-line, y lo que me llevó a trabajar así sin duda es un tema de gustos. Al principio de mi carrera tatuaba un poco de todo, pero lo que más disfrutaba era hacer trazos finos y delicados. Hoy por suerte tengo la posibilidad de elegir los proyectos que me interesan, y si alguien me pide algo que no resuena con mi estilo los refiero a otro artista que se especialice en eso. Trato de hacer únicamente tatuajes que me encanten, porque cuando algo me gusta lo hago mucho mejor. La elección de trabajar casi exclusivamente con tinta negra también es por un tema de preferencia, estéticamente me gustan más los tatuajes sin mucho color. En los últimos años empecé a explorar un estilo nuevo para mí, llamado one-line o single-line, donde los dibujos están formados por una línea continua y con variaciones de grosor.
Otra parte de mi identidad como tatuadora hoy en día es el lado administrativo de mi trabajo. Es algo que no se ve, pero ocupa tanto tiempo como tatuar (o más.) Es contestar mails, agendar turnos, diseñar los tatuajes, y un largo etcétera. En el último año decidí que necesitaba ordenarme y crear un sistema para no pasar tanto tiempo enfrente de la computadora.
Armé un formulario por el cual mis clientes solicitan turnos, tengo un documento con preguntas frecuentes que envío, y plantillas para contestar los mails. Este método que desarrollé me cambió totalmente la forma de trabajar, me simplificó el trato con los clientes y además creo que me presenta de una forma más profesional.
¿Cómo vives el momento de conectar con tus clientes? ¿Qué experiencias particulares recuerdas? ¿Sientes que hay algo en común entre ellxs?
Una de las sensaciones más lindas que vivo en mi trabajo es ver la expresión en la cara de mi cliente cuando se ve en el espejo su tatuaje nuevo. Es una mezcla entre nervios y expectativa que llegan a un pico justo antes de ver el tatuaje terminado por primera vez, y en cuanto ven que les encanta, su expresión se relaja y no pueden dejar de mirarlo con una sonrisa.
Como yo trabajo con un estilo bastante delicado y suelo hacer tatuajes pequeños, mis clientes en su mayoría son mujeres jóvenes que vienen por uno de sus primeros tatuajes, y casi siempre tienen un significado muy especial. En eso me identifico mucho con ellas, y eso es lo que me encanta de mi trabajo. La confianza que ponen en mí hace que cada sesión sea única y especial a su manera, y que con cada cliente forme una conexión que aunque dure sólo un rato, es muy especial.
Trabajar a demanda no es tan fácil, a veces lleva frustraciones y muchos idas y vueltas, pero siempre termina siendo un trabajo muy gratificante. En conjunto con una persona que no conozco creamos un diseño que significa mucho para ellos y que están dispuestos a llevárselo en la piel, y con eso también se llevan un pedacito de mi arte para acompañarlos para siempre.
¿Crees que hay un hilo conductor entre todo tu recorrido artístico hasta ahora?
En las dos ramas artísticas que trabajo mi “estilo” es bastante diferente, pero sin dudas tiene cosas en común. Una de las mayores diferencias es la escala. Cuando pinto me gusta que sea grande, imponente y llamativo. Pintar una de mis obras generalmente me lleva semanas de mucho trabajo. En cambio los tatuajes que hago son pequeños y muchos a primera vista son casi imperceptibles, y nunca me demoran más de dos o tres horas. Otra gran diferencia es el uso del color, en la pintura uso muchos colores vibrantes, pero en mis tatuajes casi siempre uso sólo tinta negra. Algo que creo que está presente en todas mis obras es la atención al detalle y el interés por lo figurativo, ya que nunca tuve mucha afinidad por lo abstracto.
...y de hoy hacia adelante, ¿quieres dedicarte exclusivamente a los tatuajes?
No diría que quiero dedicarme exclusivamente a nada. Siempre quiero tener las puertas abiertas para indagar en diferentes disciplinas, me encanta experimentar con cosas nuevas. Hoy en día mi trabajo es tatuar, es lo que ocupa la mayoría de mi tiempo y me hace muy feliz hacerlo. El problema es que después de unos años tatuar pasa factura en el cuerpo, más que nada en la espalda y los brazos, así que no me veo haciéndolo para toda la vida. Siempre soñé con tener una casa grande con un atelier muy iluminado y con techos altos donde pueda pintar, creo que eso es lo que me imagino cuando pienso en mi futuro más lejano. Pero por ahora, tatuar me encanta.
¿Cuáles son tus próximos proyectos?
Quiero viajar haciendo “guest spots” por diferentes estudios del mundo. Ese es el proyecto que me impulsó a querer venir a vivir a Europa, ya que desde acá es mucho más fácil viajar. La idea era empezar a hacerlo poco después de llegar, pero bueno, pasaron cosas… Quiero organizar para los próximos años algunos viajes cortos por año, a conocer diferentes ciudades y estudios, conectar con colegas y seguir aprendiendo.
Con respecto a la pintura, algo que tengo pendiente para el futuro cercano es pintar murales cada vez más grandes, me encantaría pintar en espacios públicos y creo que Berlín es un excelente lugar para impulsar ese proyecto.